Hoy debe ser un día triste para todos los amantes de la buena mesa y de la gastronomía en todo su conjunto. La noticia que ha desvelado la familia Santamaría Serra no puede ser más desoladora para mí. Hace algunos años pudimos hablar en persona, mi mujer y yo, con el copropietario del Restaurant Can Fabes, es decir el Gran Santi Santamaría, desgraciadamente fallecido al pie del cañón, de un infarto de miocardio fulminante, en Singapur hace dos años y medio. Su gran corpulencia no me extrañó en absoluto, debido a que desde los primeros tiempos de la apertura de su restaurante, empecé a seguir su trayectoria como cocinero y escritor, porque admiraba su amor hacia los fogones y el respeto que tenía hacia las materias primas. Recuerdo que deseaba probar aquellos bellos platos que preparaba, cuando el menú no pasaba de las 5.000 antiguas pesetas. Como habéis observado, tenía mis recelos para no remontarme demasiado atrás en el tiempo, a pesar de que la otra parte fundamental del Restaurant Can Fabes Angels, en la nota de prensa que informaba del cierre el día 31 de agosto del 2013, me descubre al recordarnos que hace más de tres décadas de la inauguración del restaurante.
La entrada que realizo hoy Réquiem por el Restaurante Can Fabes quiere ser esa oración que se reza en memoria de un difunto, en este caso querido por muchos y respetado por todos. También quiere ser esa composición musical que se canta con el texto liturgico de la misa de los difuntos, o parte de él y por último quiere ser esa hermosa composición Réquiem Mass in D Minor de ese otro magnífico, músico compositor clásico, Mozart . Estoy seguro que Santi Santamaría, que era un Gran sibarita Gourmand además de excelente cocinero, estaría contento de escuchar esta composición musical de Mozart.
Can Fabes no sólo es un referente de la alta cocina mundial, sino que ha sido la escuela práctica, de muchos jovenes cocineros y personal de sala que están difundiendo actualmente la semilla de ese buen hacer que les inculcó su maestro. Ejemplos de esta hornada de cocineros, los podemos encontrar sin ir más lejos en Madrid. Donde en el Restaurante Santceloni ejercen Oscar Velasco, Abel Valverde y David Robledo como claro ejemplos de los equipos que formó Can Fabes con el que era su Jefe, al frente.
Hace años cuando la tan debatida y especulada Guía Roja ( Michelin ) no era tan conocida o tan seguida por muchos de los que ahora buscan por todo el mundo y en las proximidades las afamadas estrellas. Me sorprendió que de todas las estrellas del firmamento que se podían divisar en el libro rojo, unicamente tres eran rojas y para más sorpresa juntas y en el mismo restaurante, ¡ correcto, habéis acertado ! en Can Fabes que durante un tiempo obstento el máximo de la puntuación de la Guía Michelin, tres estrellas *** rojas. Lo sumo del Monte Olimpo de la cocina y todas entregadas a un cocinero autodidacta que era un gran luchador por querer conseguir que se realizara el trabajo bien hecho.
Can Fabes puede cerrar el libro de notas de todos los admiradores de ese santuario de la gastronomía que tan bien supo edificar su alma Mater, pero lo que dudo es que se pueda cerrar los gratos recuerdos que han dejado huella en nuestras memorias.
Quiero desde este humilde blog, que con tanto cariño y pasión inicié hace unos pocos meses, decirles a la familia Santamaría Serra, a Angels, a Regina y a Pau que Can Fabes estará en el corazón de muchos más que seguían al santuario y al Maestro que desde su artículo semanal en el Diario Catalán la Vanguardia, nos hacía esperar sus filosóficos pensamientos ” Domingo a Domingo ” . En muchas ocasiones se coincidía, en otras se discrepaba ¿ Pero no es esa, la savia de la vida ?.
Gracias a toda la familia de Can Fabes y espero que no sea una despedida para siempre, prefiero acabar con un ¡ Hasta pronto ! y acompañarlo con una música alegre, esperanzadora como lo es la Aleluya de Haendel. por favor no mal interpretar la elección.
Los tiempos van cambiando de un día para otro, pero como siempre mantengo ¡ la vida es cíclica ! y todo lo bueno acaba por volver, al menos eso espero, ¡ infeliz de mí !.